viernes, 1 de abril de 2016

Nacionalismo local y Localismo nacional

 (by google)
 
Érase una vez, un pequeño pueblo perteneciente a una comarca por siempre muy disputada que, tras una guerra, quedó dividido en dos cuando fue establecida la frontera entre los estados limítrofes a lo largo de la calle principal que lo atravesaba de norte a sur.
Como consecuencia de ello se instaló una verja metálica pintada de negro en el medio de la calle que fue, a partir de entonces, la linde entre los dos países. De esta manera, viviendas, corrales, colmados... familias, vecinos en fin, resultaron ubicados o en la parte este o en la parte oeste del pueblo, a la derecha de la verja o a su izquierda.
Pero las fronteras no cercenan los lazos amorosos ni los familiares. Los amantes y parientes seguían relacionándose a través de la valla aunque perteneciesen al otro país. Por ello, la vida de los habitantes siguió como siempre, nacían, crecían, se reproducían y morían sólo con la pequeña molestia de la verja cerrada allí en la calle.
El tiempo pasó y los cambiantes equilibrios geopolíticos propiciaron la abolición de las fronteras entre esos dos países y también entre otros muchos. La verja se desmontó (y se recicló) y las familias se juntaron entre abrazos. Las autoridades decretaron, como medida administrativa menos burocrática en ese caso, que los vecinos de ese municipio perteneciesen entonces a los dos estados a la vez, limando así cualquier problema.
Comenzó por consiguiente, un largo periodo de prosperidad en el que todos los habitantes, al contar con dos nacionalidades, tenían la sensación de no tener ninguna, lo que les proporcionaba una impresión de libertad nunca sentida hasta ese momento.
Pero el tiempo,¡ay!, siguió pasando. Graves desavenencias estratégicas globales desembocaron en otra guerra mundial con los consiguientes bandos y ejes en los que se aliaron, unas frente a otras, todas las naciones. En vista de lo cual los gobiernos obligaron a cada uno de los vecinos del pueblo a elegir el país del que querían ser súbditos, ya que no existiría tregua entre los antiguos estados a los que fueron perteneciendo a lo largo de su historia.
Como casi todos los habitantes no tenían una preferencia clara, casi les era indiferente, (y además molesto, porque cada uno tenía su casa o su negocio en un determinado barrio y no compartían las razones para tanta mudanza), en lugar de que unos se hiciesen ciudadanos de uno de los países y otros del otro, colocaron otra verja metálica, esta vez alrededor del ejido, declararon la independencia de su pequeño municipio, ondearon su nueva bandera con el único color común a sus banderas antiguas y dotaron de una única y nueva nacionalidad a todos los vecinos, que además, tras pantagruélica colación, se juramentaron para permanecer siempre neutrales y felices por los siglos de los siglos.




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