viernes, 21 de agosto de 2015

Doce tesis sobre W. B. [V]


            SEXTA.
La primera exigencia planteada a los trabajadores del arte y del conocimiento es por tanto el ser conscientes de su posición en el proceso de producción, especialmente con el fin de no situarse al lado de los acontecimientos de las luchas sociales como meros observadores. “El lugar del intelectual en la lucha de clases sólo se puede determinar sobre la base de su posición en el seno del proceso de producción”, dice Benjamin.
Este lugar de observar paralelo al objeto del estudio, sería el de un “mecenas en lo ideológico: un lugar imposible”.
Para Benjamin, “el aparato burgués puede asimilar y propagar enormes cantidades de temas revolucionarios sin que su propia subsistencia sean puestas en cuestión”.
Lo que Benjamin reflexiona a propósito del mecenazgo ideológico “se ha logrado incluso convertir la miseria en objeto de disfrute al retratarla mediante la perfección técnica”. Su función es estetizar y espectacularizar la miseria del mundo y hacerla digerible, ofreciéndola entonces al público para su disfrute. Y el cínico final de esta cadena de apropiación es que se convierte no sólo la mostración de la miseria, sino incluso “la lucha contra la miseria en un objeto de consumo”.
El problema fundamental de los intelectuales mediáticos no es, según Raunig, su pertenencia a la clase burguesa, ni sus modos narcisistas de subjetivación, ni el manierismo con el que autoglorifican incluso su supuesta condición de excluidos, sino la personificación del intelectual en una figura individual.
“La proletarización del intelectual casi nunca tiene por resultado un nuevo proletario”, afirma Benjamin.

[sigue]

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